Edimburgo, 18 de octubre 2024
Queridxs lectores triperxs:
Les escribo desde la casi plenitud otoñal de Edimburgo; está pesado y mojado afuera, el verde de la ciudad se está transformando en amarillo y los días tienen un horario más normal: amance después de las siete y anochece cerca de las seis. Durante un mes estuve sacando fotos a mi ventana (casi) todos los días porque no quiero que se me escape ningún detalle de esta estación de intercambio. Algún día, cuando sea grande, quisiera ser una mejor prosumidora del tiempo y tener plena consciencia de mis días.
A principio de mes hice una actividad en soledad que disfruté muchísimo: fui al cine a ver The outrun. La peli, basada en las memorias-libro de la escritora y periodista escocesa Amy Liptrot y dirigida por la directora y guionista alemana Nora Fingscheidt, cuenta la historia de Rona que vuelve a las islas Orkney, donde nació, en el norte de Escocia, a recuperarse de alcoholismo. Más allá de la historia, hay algo que me hizo disfrutar muchísimo esta película y es que es bastante unplugged: no se si les pasa también que el cine que más los reconforta es aquel donde hay menos velocidad, menos recursos digitales, casi no hay teléfonos o pantallas dentro de la pantalla y hay más grano (menos definiciones en 4k, más textura): una imagen más analógica en general. Las cámaras digitales que se usan hoy dan como resultado una imagen muy cristalina, sin ruido. En cambio, las películas filmadas en cámaras de celuloide dan mucha más textura a la imagen y transmiten sensaciones a través de ellas. The Outrun, por ejemplo, fue filmada en 35mm, el formato más clásico del cine.
En los últimos años se estuvieron filmando varias películas y series en Escocia (el mes pasado Guillermo del Toro estuvo filmando su adaptación de Frankenstein sobre la Royal Mile y a principio de este año se estrenó One Day en Netflix, una serie basada en un libro que empieza su historia en la ciudad de Edimburgo). También tenemos la ya popular serie Outlander, pero una película como The outrun, centrada en una isla remota, remotísima, deshabitada y escocesa es algo bastante único. El screen turism, o turismo cinematográfico, es una forma de turismo donde los visitantes elijen sus destinos de viaje porque quieren visitar el lugar donde se filmó una película o serie. En Escocia, este tipo de turismo es un factor económico muy importante, además de promover el patrimonio cultural y natural del país; de hecho, el programa oficial de turismo, VisitScotland, lo promueve muchísimo.
Les comparto unas imágenes para que chusmeen cómo fue la filmación de Frankenstein, en septiembre.
Hay una energía difícil de explicar en los lugares remotos de Escocia —y en los no tan remotos también. Existe una isla muy curiosa en la costa de Edimburgo, la isla de Cramond, a la que se puede llegar caminando cuando la marea está baja (una o dos veces al día, dependiendo la época del año). La isla es muy pequeña y nunca estuvo habitada pero sí fue usada a lo largo de la historia por los habitantes en tierra firme. La última intervención humana fueron construcciones que se hicieron durante la Segunda Guerra Mundial. Hoy, son ruinas cubiertas de grafitis y vegetación, que quizás un día las haga desaparecer de la vista de todos. Las islas Orkney (que son en verdad un conjunto de islas) pertenecieron originalmente a los vikingos noruegos en el año 800, y desde entonces arrastran historias mitológicas, como la de los selkies, unas criaturas marinas que parecen focas y que al salir a la superficie se transforman en mujeres hermosas. Cuenta una leyenda isleña que un pescador se enamoró y le robó a una de ellas la piel y entonces la selkie ya no pudo volver al mar y vivió infeliz, siempre anhelando regresar a su lugar de pertenencia. ¿Conocen alguna historia mitológica del lugar donde viven?
Mi tiny desk favorito hasta el momento, Salva, es el de C Tangana, pero hay una banda escocesa que les quería presentar: Breabach (se pronuncia brebaj). Son cinco músicos escoceses que tocan instrumentos casi todos acústicos, entre ellos la gaita, el violín, la guitarra, la flauta, y hacen música folk, que fusiona música celta con estilos más modernos y muchas de sus letras están en gaélico escocés. Al igual que la música tradicional de esta región, se inspiran mucho en la naturaleza y el paisaje para sus letras y sonidos. Por ejemplo, la canción “The Battle of the Birds”, sólo instrumental, musicaliza un cuento popular gaélico escocés, la historia de una batalla feroz de pájaros en el cielo que representan fuerzas opuestas, una historia de lucha y supervivencia. Otra canción que me conmueve muchísimo es esta, una balada tradicional que refleja el lamento por una separación, cuando muchas personas se veían obligadas a dejar sus hogares por las guerras o las malas condiciones económicas. Plan rutero para cuando visiten Escocia: manejar por las Highlands con Breabach de fondo.
Que pasen una linda semana. ¡Hasta la próxima carta!
Con amor,
Belu.